[PERLAK] Bilintx: Lanperna jana Domingo Kanpañarekin

Ilustrazioak: Txema Gartzia Urbina

Lanperna jana Domingo Kanpañarekin –

Granada hark jo aurretik Bilintxen erreferentzia bakarra topatu da prentsan, Diario de San Sebastián-ek 1874ko urriaren 21ean Juana Bixenta Olaberen bertsoak argitaratu dituela eta Bilintxen etxean daudela salgai dioen laburra, sinadurarik gabe.

Gerora, baita bere kalbarioa amaitu eta gerora ere, dozenaka izango dira, Lore Jokoen zikloan (1845-1917) guztira 77. Tartean, zoritxarreko gizajoaren kontakizunaz harago iristen diren testuak ere argitaratuko dira, esaterako, Peña y Goñiren bigarren testu hau.

1885 da. Ordurako alargunari estanko bat jarri diote (1876), familiarentzat dirua biltzeko funtzio berezi bat egin da Printzipal antzokian (1876), Peña y Goñik bere figuraren inguruan konposatutako rapsodia bat estreinatu da (1883), bere izena jarri diote Donostiako kale bati (1884) eta orain mausoleo bat jarri nahi da bere omenez. Mausoleo horren aurkezpenerako bertsolariari buruzko testu bat eskatuko diote lagunari, eta bertan hiru oroitzapen dakartza: Domingo Kanpañarekin izandako saio zelebrea, tuterako zuen zaletasuna eta bere hiletara batu zen txarangak eragin zion zirrara.

 

Lanperna jana Domingo Kanpañarekin

 

Bilinch, recuerdos, Antonio Peña y Goñi. Euskal-Erria, XII. liburukia, 1885eko lehen seihilekoa.

 

(…) Era por los años del 59 al 61 y en un día de Miércoles de Ceniza. Había entonces la costumbre, que no se si subsiste aún, de merendar en ese día copiosamente, con la particularidad de que los manjares se conponían en su casi todalidad, de mariscos, descollando entre estos, las lampernas, las lapas y unos moluscos largos y estrechos, en forma de calzoncillo, que se conocían con el nombre de déitus.

La merienda se verificó en la casa de Arsuaga, sita en le paseo de Atocha, y allí pude ver una singularísima y chistosa competencia poética entre Indalecio Bizcarrondo y el entónces popular y nunca bien ponderado Campaña.

Para que se vea que nada invento, hago memoria de algunos de los asistentes y recuerdo á Ramon Emparanza, mi tio Domingo Peña, Arsuaga, José Javier y Policiano Serrano.

Sentados todos á la mesa, y entre mariscos y libaciones, comenzó de pronto Campaña la pelea dirigiendo á Bilinch una redondilla satírica en bascuence.

El famoso sacristán de San Vicente, el cataléptico Campaña, que se dormía de pie tocando el bombardino en pasacalles y procesiones, y á quien yo ví más de una vez en la Fraternal, quedarse aletargado jugando al billar, en el momento de volver la cara para escupir, cuando se preparaba á dar un tacazo; Campaña, vuelvo á decir, tenía sus puntas y ribetes de poeta y no sin razón, porque improvisaba con facilidad y aderezaba el chiste con presteza.

Bilinch y Campaña fueron los héroes de la merienda á la que me refiero, y allí, en casa de Arsuaga, pude apreciar de cerca la prodigiosa facundia de Indalecio, su sátira punzante y fina y el arte naturalísimo y persuasivo con que aparejaba los versos (…) La réplica de Bilinch surgía de sus lábios como una centella. Mientras Campaña hablaba lentamente, con su respirar ruidoso de apopléjico, Indalecio componía en el acto la contestación. Y era de ver á aquellos dos séres tan extraños y diferentes, obeso el uno y receptáculo de malos humores como Falstaff, delgado el otro y con cara de sátiro averiado, insultándose mutuamente, poniéndose de relieve los defectos físicos y cruzando entre sí un fuego granjeado de denuestos, en los cuales la gracia, la oportunidad y el calor y la expresión de los conceptos poéticos formaban admirable conjunto y no dejaban punto de reposo á la hilaridad de los concurrentes”.

En esa ocasion conocí, como digo, al poeta. En el café de la Marina conocí al hombre; y le conocí embebido en el vicio que por entonces le dominaba: en el juego.

No se vaya á creer que Bilinch jugaba por el afan del dinero (…) odiaba los juegos de azár. Lo que Indalecio buscaba en el juego, era la lucha del amor propio (…) Adoraba el tute entre dos y tenia delirio por el tute alternado entre tres, llamado la pincheta. Toda su irascibilidad de artista aparecia en estas ocasiones y dejaba ver al desnudo al hombre nervioso, casi histérico, que la fortuna del contrario ponía fuera de sí (…) Yo les acompañe muchas veces, pero mi intervencion fué con frecuencia origen de disputas sin cuento por reunir yo, como jugador, las mismas desdichadísimas condiciones del pobre Bilinch.

(…) El tercer recuerdo que conservo del infortunado vate quipuzcoano, es el último y el más fuerte. Tocóme asistir á su entierro y recibir en el fúnebre acto una de esas emociones que nunca se olvidan.

Numerosa asistencia se reunió en la nave de Santa María, donde descansaba el cuerpo magullado del pobre Indalecio. Todos sus amigos acudimos allí á darle el último adios. Terminada la ceremonia, salió de la iglesia el cortejo, y al llegar en frente del teatro Principal del cual fué Bilinch conserje durante muchos años, incorporóse á la comitiva una pobre, una humilde charanga que ejecutó al instante una marcha fúnebre.

Aquel metal estridente y desafinado, aquellos desgarrados acordes penetraron en mi alma con tal fuerza (…) al ver á aquellos pobres menestrales que unian al duelo general, su particular manifestacion, en la forma más expresiva del sentimiento; al oir aquella ejecucion burda y descuidada, me pareció que el alma del pueble se cernía sobre el féretro de Bilinch y lo cubria de lágrimas (…) traian á la memoria la naturaleza esencialmente popular del vate guipuzcoano.

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